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Cod: 428676
Concertino
Autor : Alessandro Magnasco (Genova 1667–1749)
Época: A principios del siglo XVIII
Las pinturas de Alessandro Magnasco (Génova 1667–1749) o gustan mucho o no gustan nada. Su estilo original visionario para la época se caracteriza por escenas irreales, casi teatrales, inmersas en atmósferas inquietantes; sus figuras son alargadas, grotescas, a menudo deformadas, realizadas con pinceladas rápidas y nerviosas que confieren a los sujetos un fuerte dinamismo emocional. Sus personajes afloran de la oscuridad (humana) “Las figuras de estos cuadros suyos …; y están hechas con rara maestría, y compuestas de veloces y despreciativos, pero artificiosos toques, lanzados con una cierta bravura, que es difícil de explicar, ni puede bien imaginarse quien no la ve.” [R. Soprani, C.G. Ratti, Vite de' pittori, scultori ed architetti genovesi, Tomo II, Génova 1797, p. 157] Emerge una personalidad artística profundamente crítica con la sociedad “hipócrita” de su tiempo, en la que empezaba a difundirse un creciente espíritu laico e iluminista; Magnasco en sus escenas hace a menudo un uso satírico de las figuras religiosas, monjes o monjas, situados en contextos ambiguos o incluso violentos, entre torturas, penitencias y visiones de una humanidad sufriente, marginada, abandonada. Diversos visualmente y por atmósfera son las pinturas realizadas en colaboración con el pintor Antonio Francesco Peruzzini (Ancona 1643 – Milán 1724), paisajista especializado en vistas dominadas por elementos naturales, árboles agitados por el viento, cielos y mares en tempestad, ruinas y vistas; dentro de estos paisajes Magnasco insertaba sus pequeñas e inconfundibles figuras (religiosos, mendigos, penitentes, etc.). Esta nuestra pequeña e inédita tela representa un “concertino” ambientado en un espacio teatral oscuro, quizás una bodega, dominado por tonalidades pardas y lúgubres. Las figuras emergen en contraste gracias a rápidas líneas claras que enfatizan el movimiento; en primer plano un hombre toca un oboe y está acompañado por un monito sentado sobre una mesa que toca una flauta. Un curioso espectador observa la escena con expresión asombrada. El monito, como otros animalitos recurrentes en las pinturas de Magnasco (urracas, gatos, etc.), asume a menudo un significado simbólico preciso; representa de hecho una alegoría negativa del hombre usada en clave satírica, una sutil reflexión moral vuelta a subrayar la vanidad y la hipocresía de la sociedad. ¡¡¡Mínimo espacio, máximo encanto!!! Dimensiones: tela 44x34,5 cm - marco 58x48,5 cm